Estuve leyendo estas plaquettes y encontré poemas que me gustaron mucho.
Transcribo algunos de ellos. Los tres primeros poemas son de Hernán Contreras, poemas
editados por La maceta ediciones y el último es de Solo la lectura nos hará
libres, una antología realizada por Ediciones Periféricas. Recomiendo
ambas plaquettes, debe ser difícil encontrarlas, pero al menos ya dejé por aquí
el nombre de las editoriales.
Es la poza de siempre,
el agua no se seca
o quizás vierten lo sobrante todos los días.
A veces la esquivo,
otras la piso
veo huellas que dejan mis zapatos
cada vez con menos superficie
se olvidan
se diluyen
y así las sombras con la noche.
Quizás ahí está el parecido.
Y después nos dio por inventarnos en otro tiempo,
en otras circunstancias y leyes
un lugar sin oxígeno
ni piedras con que llenar los bolsillos.
En vez de todo eso
aves marinas que no aprendieron a nadar
y amor que no es posible escribir.
Caímos como la moneda del vuelto
y nos contamos los dedos
para asegurarnos de que seguíamos enteros
a pesar de que nos faltara ese momento en que la mirada
es un puente que tiende a ceder.
Somos los que resistimos en el habla
si es que alguien escucha.
Luego, en silencio,
el sonido es el movimiento
y caemos mudos,
caemos en posición de vuelo
como una lágrima que en la noche
cae y se congela en el pasto.
Soy un cadáver despeinado por los temblores.
Mis sentidos se revuelven
figurados dentro de una pintura
y fabrico sueños
ante un espejo
que es mi fotografía eterna.
Feliciana Garay Ruz
Marilina Cuesta (La Plata)
Soy Feliciana.
Un dia vi pasar un chico en bicicleta
como un rayo
y pensé: eso es lo que dura la vida.
Y me acordé de la primera vez que comí uvas,
del olor de mi casa
y de un beso muy largo que di sin pronunciar palabra.
A veces fui cobarde:
Un insectito frágil que no puede
con el dolor colosal de las cosas del mundo.
Pero siempre amé tanto,
que es igual a ser valiente.
En secreto descubrí que era hermosa
y que podía latir o estremecerse
como un montón de ramas o de pájaros.
Es absolutamente cierta la pequeñez de mi vida.
Pero ahora sé que lo pequeño
puede ser más profundo que cualquier océano.