El presente ensayo busca el
acercamiento a la fantasmagoría polifónica en la obra “Los ingrávidos” de
Valeria Luiselli plasmando como su autora logra diversas voces narrativas a
cabalidad y de manera muy lograda ser capaz de realizar un texto atractivo para
la academia y el mundo literario en sí.
Para comenzar me hago la
siguiente pregunta: ¿Qué es ingrávido? Pérdida de gravedad, desintegración del
cuerpo.
Interesante novela, íntima. Prosa
directa con toques de humor bastante perceptibles. La protagonista es
traductora y trabaja en una editorial, suele recorrer bibliotecas buscando
autores latinos para traducir. La obra radica en una familia y el interior de
su departamento. Dakota y Moby son sus amigos de su época de soltera. El tema
central de la novela es una fantasmagoría polifónica.
Como lectora mi experiencia con
esta novela ha sido bastante especial, ya que mi mente busca una novela, busca conocer el argumento, mi mente
es como una especia de lineamiento ligado lo que por lo general nos encontramos
en las novelas, como inicio, desarrollo, clímax y final, sin embargo no podemos
dar la misma lectura en “Los ingrávidos” ya que la autora juega con dos
narradores y el tiempo y espacio va cambiando constantemente entre su vida
familiar, los recuerdos de su vida de soltera, el metro y Owen, el poeta que ya
está en el final de su vida. Es
interesante el ejercicio de poner la mente a prueba y seguir un relato lineal
que nos entrega diversas experiencias en torno al habla y las voces que
aparecen en la novela. Mi mente ya sabe que se enfrenta a otro tipo de relato,
que va más allá de lo convencional que he conocido hasta ahora. Esto se refleja
en el siguiente fragmento:
“Dejar una vida. Dinamitar todo.
No, no todo: dinamitar el metro cuadrado que uno ocupaba entre la gente. Más
bien: dejar sillas vacías en las mesas que se compartían con las amistades, no
a modo de metáfora, sino en verdad, dejar una silla, volverse un hueco para los
amigos, permitir que el círculo de silencio en torno a uno se ensanche y se
llene de especulaciones. Lo que pocos entienden es que uno deja una vida para
empezar otra” Pág. 61
El problema en si a investigar se
trata de observar o tener un acercamiento a lo planteado por Valeria Luiselli
que es que los personajes se vayan afantasmando a lo largo de la novela, es
decir que podremos ver su desintegración, su ingravidez. Y para ello me
dedicaré a destacar o transcribir aquí lo relacionado a “fantasmas” para
destacar las voces polifónicas de su obra.
En esta obra hay dos
narradores: Owen y una mujer mexicana. Hay una voz del presente y otra del pasado (o
en el recuerdo). Se constituye así, una duplicidad en la estructura, el hoy y
el pasado de la narradora frente a la juventud y la vejez de Owen. La obra
contiene cuatro tiempos diferentes- Hay una voz del pasado, de cuando ella era
joven y soltera. Estamos frente a una novela fragmentada y fantasmagórica.
“Los ingrávidos” es un relato del
yo escrito en primera persona que despliega dos voces: la primera es de una
narradora que se integra en el tiempo presente con la descripción de la
cotidianeidad: la vida que hace en la Ciudad de México con su marido, sus dos
hijos, una bebé y un pequeño de cuatro o cinco años; simultáneamente se
configura la voz del recuerdo de la primera narradora, del tiempo en que vivía
en Nueva York y trabajaba en una editorial. Esta voz narrativa que muestra su
vida de soltera conforma la novela que está escribiendo y a la que se refiere
como “una novela de fantasmas” (22).
A la vez se perfila en la
diégesis un ir y venir entre la narradora y la voz de Gilberto Owen. Surge el
paralelismo con el otro narrador – personaje Gilberto Owen y sus distintas
voces: el joven que vive en Nueva York y el viejo cónsul de Filadelfia,
alcohólico que está a punto de morir.
El nexo que une las dos historias
es que la narradora del pasado inventa que el poeta neoyorquino Zukofsky había
traducido a Owen con la finalidad de interesar al jefe de la editorial donde
trabaja. Owen se vuelve una fascinación para la narradora del pasado.
Nueva York es el lugar (ambiente
físico de la obra) de coincidencia para los dos narradores: un espacio urbano,
deshumanizado, con pocas zonas verdes, en el cual el tren subterráneo ocupa un
papel definitivo para los encuentros fantasmales, pero para los personajes
también es el epítome de la vanguardia cultural; allí les fue posible conocer,
de manera real o imaginada, a una serie de personas que determinaron sus vidas
de forma intelectual. Gilberto Owen coincide con Federico García Lorca, José
Limón, Homer Collyer, Louis Zukofsky, entre otros. Para la narradora, los
cruces con los personajes White, Dakota, Pajarote, Moby o Enrico (quienes
tienen llave de su departamento) suponen su contacto con el mundo de afuera, de
experiencias distintas y divertidas, en contraste con su mundo actual y
rutinario.
Epistemológicamente fantasma
proviene del griego aparición, mientras que, popularmente, refiere a la idea de
espíritus errantes de seres muertos (y algunas veces vivos) que se manifiestan
entre los humanos de forma perceptible a los sentidos (a través de sonidos,
aromas o desplazamiento de objetos), principalmente en lugares que frecuentaban
en vida o en asociación con sus personas cercanas.
También es posible destacar el
término “fantasmagoría”, ya que es el arte de hacer ver imágenes por ilusión
óptica en un lugar específico, siendo el mecanismo que proyecta a un fantasma,
implicando un juego especulativo que propicia lo ilusorio, o, en sí misma, la
ilusión. Por tanto, el ejercicio de la fantasmagoría corresponde a la necesidad
de fantasía, satisfecha desde la tradición, buscando la ruptura con el lado
triste y banal de la existencia, desde donde el espectador es alejado. Lo
―fantasmagórico‖, por extensión, es la unidad latente de la fantasmagoría,
también relacionado hacia lo fantástico y lo onírico, pero que se define desde
la ambigüedad radical entre el ser y la apariencia, o mejor, entre lo real y lo
imaginario o ilusorio.
Se observa la construcción de los
personajes en el siguiente párrafo. Aquí vemos como la autora define a Mediano.
“En esta casa vivimos dos adultos, una bebé y un niño mediano. Decimos que es
el niño mediano porque aunque él es el mayor de los dos, él insiste en que aún
es mediano. Y tiene razón. Es el mayor pero es chico, así que es mediano”. Pág.12
Ya en los comienzos de la novela
se menciona a los fantasmas.
“Nos gusta pensar que en esta
casa hay un fantasma que nos acompaña y observa. No lo vemos, pero creemos que
apareció a las pocas semanas de nuestra mudanza” Pág. 16
En esta línea vemos como el niño
percibe al fantasma, incluso le coloca un nombre. “El mediano lo bautizó
Consincara”. 16
Aquí vemos como la narradora en
primera persona plantea que ella misma puede ser un fantasma y convivir con
ello. “Yo procuro emular a mis fantasmas: escribir como ellos hablaban, no
hacer ruido, contar nuestra fantasmagoría”. 20 – 21.
“En esta casa se va el agua. El
niño mediano dice que el fantasma es quien se acaba la reserva de la cisterna.
Dice que es un fantasma que se murió de sed y que por eso se toma toda el agua
de la casa”. Pág. 35
Esta novela tiene un guiño
directo con la obra de Mariana Enríquez, una de las escritoras argentinas de
obras contemporáneas relevantes hoy en la literatura que cuenta en el relato “Cuando
hablábamos con los muertos” como un grupo de niñas juega con la ouija para
hablar con los fantasmas. Claro está que esta obra tiene ribetes políticos
porque habla de los desaparecidos y su objetivo es encontrarlos o que los
fantasmas digan y comuniquen dónde se encuentran, donde se quedaron sus cuerpos
para al menos sus familiares puedan dejar una flor.
Las niñas se comunicaban desde la
ouija, por lo que corporalizarse desde el hermano, quien no está muerto,
responde a una categoría de lo fantasmagórico en el plano diegético y a una
manifestación aparente desde su calidad eufémica, con el fin de desdibujar los
límites de la realidad y reposicionar al objetivo, es decir, a la Pinocha, en
relación hacia su entorno social. De esta manera, que el fantasma haya tomado
la forma de Leo no es lo principal (pudo ser de cualquier otro familiar), sino
que proyecte la experiencia de una desaparición, guiada desde un plano
sentimental, con el fin de esclarecer el distanciamiento que la Pinocha
enfrenta ante el grupo. Es más, Julita, a quien podríamos considerar más
implicada con el terrorismo de Estado, a pesar de no haber obtenido respuesta
acerca de sus padres, es quien da cuenta que la Pinocha es la única sin un
desaparecido en su vida. La aparición del ―hermano‖ corresponde, entonces, a
una manifestación fantasmática, pues Leo -diegéticamente- está vivo, y este
ente no posee -o no reveló- una memoria autónoma, lo que conlleva a que su
función, entendida dentro del plano de las ilusiones, se construya desde un
temor inconsciente de la Pinocha, que pudo ser compartido con las amigas
gracias al ambiente desde donde ocurrió. En otras palabras, bajo la ilusión del
hermano, que se mueve entre lo material e inmaterial, se dispara un plano
fantástico conectado con la Pinocha, quien no exhibe una consciencia de su
lugar privilegiado, alejándola de su calidad de compañera en este ejercicio
ritualista de hermandad.
El grupo de amigas conoce algunos
elementos que circunscriben la época dictatorial que sufrió Argentina, pues
mantienen consigo el informe Nunca más, y también han visto la película La
noche de los lápices (1986), la cual se basa en lo sucedido la noche del 16 de
septiembre de 1976, donde siete adolescentes de la ciudad de La Plata fueron
secuestrados, torturados y la mayoría de ellos asesinados por el terrorismo de
Estado, por luchar por una reducción en el precio de la tarifa del transporte
público para estudiantes.
Los siguientes fragmentos se
refieren a como las niñas se comunicaban con los fantasmas y cómo buscaban
respuestas de los desaparecidos en la Dictadura Argentina.
“Julita los quería encontrar con
la tabla, o preguntarle a algún otro espíritu si los había visto. Además de
tener ganas de hablar con ellos, quería saber donde estaban los muertos”. Pág.
16
“El problema era otro: nos
costaba hablar con los muertos que queríamos. Daban muchas vueltas, les costaba
decidirse por el sí o por el no, y siempre llegaban al mismo lugar: nos
contaban donde habían sido secuestrados, y ahí se quedaban, no nos podían decir
si los habían matado ahí, o si los llevaron a otro lugar, nada”. Pág. 18 – 19.
Retomando a una de las narradoras
(pasado), La voz narrativa busca que en la editorial donde trabaja se publique
a Gilberto Owen, un poeta mexicano que vivió en Nueva York en los años veinte.
Por su parte, la escritora descubre a Owen a través de cartas y le parece
curiosa su forma de relacionarse con la realidad; se pesaba todos los días en
el metro y ella ahí decidió que era una materia en donde se podía ahondar y
dejar andar las letras.
“Nota: (postal de Owen a Josefina
Procopio, Filadelfia 1950): Robin Hood Dell. Es el escenario abierto al
trasmundo más completo que se conoce. Los fantasmas de atrás del Laurel Hill
Cementery, vienen a dar conciertos que aplauden otros fantasmas del gran cementerio
llamado Filadelfia. Cuando parece que está lleno el Dell, toman una fotografía
y aparece todo vacío porque la placa es insensible a los fantasmas, yo soy la sombra
marcada con una X”. Pág. 59
Este párrafo muestra la cercanía
que hay entre el niño mediano y el fantasma; “El niño mediano habla con el
fantasma” 61
A continuación, vemos como una de
las voces narrativas vive junto a los fantasmas y observamos las percepciones
en torno a ellos.
“Filadelfia se está cayendo. Y
este departamento se está cayendo. Hay demasiadas cosas, demasiadas voces. Hay
tres gatos que un día aparecieron así no más. También apareció un fantasma o
varios. A los fantasmas no los veo ni tampoco distingo muy bien a los tres
felinos, pero en mi mundo de sombras blancas son un estorbo más con el que
tropiezo todos los días -como el escritorio, el reposet donde antes leía, como
las puertas entreabiertas”. Pág. 71
En este párrafo vemos como la
autora escribe sobre la enfermedad y sus propios fantasmas que aparecen y
desaparecen en su cotidianeidad.
“Supongo que así es la enfermedad,
un relevo de uno mismo por uno mismo -el fantasma de uno mismo-. Pero a la vez,
la enfermedad, y quizás de un modo particular un mal como el mío que expresa la
ceguera, permite el aquejado mirarse como miraría la pintoresca caída de unas
cataratas impetuosas -desde lejos, sin mojarse, azorado pero no tocado por la
experiencia”. Pág. 72 – 73.
En este episodio vemos como el
metro es un elemento físico (ambiente) muy destacado en la novela, en donde
Owen aparecía en el metro.
“En el metro, camino a casa, ví
por última vez a Owen. Creo que me saludó con una mano. Pero ya no me
importaba, ya no sentía ningún entusiasmo. En fantasma, me quedaba claro, era
yo”. Pág. 80
“En todas las novelas falta algo
o alguien. En esta novela no hay nadie. Nadie salvo un fantasma que a veces
veía en el metro”. Pág. 73
Aquí vemos como se muestra que
ella, la editora creía que los versos habían sido traducidos por Zukofsky sin
embargo fue White quien tradujo los poemas para darle mayor realce a la obra de
Owen queriendo que el editor de la editorial los publicara. Vemos como una
verdad es velada.
“Le quería contar al reportero el
episodio del bar en donde yo había alucinado a Owen comiéndose los cacahuates
que desperdiciaba Pound. White me estaba diciendo esto cuando lo frené en seco.
Todo es mentira. ¿Qué? Que yo escribí el manuscrito que publicamos. Yo traduje
esos poemas de Owen, no Zukofsky”: Pág. 81
En los siguientes fragmentos
vemos como se intenta ahondar en la muerte y en los fantasmas de la novela.
“Usted es un fantasma, señor
Owen, ¿no es así? (Pronunciaba mi nombre como lo han de haber pronunciado mis
ancestros). ¿Por qué dice eso, señor Collyer? Porque yo a usted si puedo verlo”.
Pág. 102
“En esa vida casi nadie se había
muerto en forma definitiva. Xavier, por ejemplo, no se había muerto, aunque él
también se moría a cada rato. Junto a mi naranjo, les escribía cartas a todos
como si ya fuéramos fantasmas, como si contribuyera con mis descripciones de un
Manhattan barco hundido a la escenificación de nuestra posteridad”. Pág. 110
“Lo que sucede es que la gente se
muere muchas veces en una vida misma, estimado Sr. Owen. ¿Cómo así Sr. Collyer?
La gente se muere, deja irresponsablemente un fantasma de sí mismo por ahí, y
luego siguen viviendo, original y fantasma, cada uno por su cuenta. Pág. 114
“Creo además que ése es el día
que sale a pasear el fantasma, porque no se escucha ningún ruido y la casa se
siente más vacía que de costumbre”. Pág. 121
“¿Oiga, Sr. Collyer? Dígame,
Owen. ¿Usted tiene fantasma? Varios. ¿Quiénes son, dónde viven? Con todo
respeto, querido Owen, a usted qué carajos le importa. Pág. 123
“¿De veras no me crees que veo a
mis fantasmas futuros en el subway, maricón? Le pregunté a Federico camino a
casa. La avenida Broadway, sus charcos como grandes monedas de plata, el cielo
casi siempre triste y un poco tonto del amanecer en esa ciudad. Ya te creo,
Gilberto, ya te creo: hoy vimos bailar a mi fantasma”. Pág. 127
¿Quién escribe a quién? Dos
historias se enfrentan en dos diferentes planos narrativos que al final se
yuxtaponen al romperse los límites entre esas dos proyecciones. Los personajes
saltan, como fantasmas ligeros, ingrávidos, de un nivel a otro, para encontrarse
y fundirse en uno solo. En los siguientes fragmentos vemos cuestionamientos
hacia la sensación de estar muerto o de ir desapareciendo.
“¿Pero qué carajos voy a escribir
yo? Se que quiero escribir una novela que sucede en una casona en la Ciudad de México
y en el Nueva York de mi juventud. Todos los personajes están muertos, o
afantasmados, pero ellos no lo saben. Pág. 136
“Soy una sombra con la mueca
mortecina de mí incrustada en el hueco donde estaba mi cara, Soy un sinciego
consin cara. No es que me esté quedando ciego: me estoy borrando. Pág. 140
“Todos morimos de algún modo
muchas veces” dice la escritora mexicana para una entrevista de Youtube sobre
su segundo libro, y su primera novela Los ingrávidos, en donde señala que sus
inquietudes intelectuales o desafíos sobre su novela tenían que ver con estos
narradores que se van afantasmando en la novela, de alguna manera se van
desintegrando. Y para quienes somos sus lectores podemos percibir que ella
logra perfectamente desarrollar voces que se cruzan pero que el lector lo va
dejando en un interesante estado de misterio al ver cómo sus personajes se
diluyen hasta convertirse en voces. En la entrevista señala que su primera
novela no es autobiográfica.
Podría existir en la novela un
punto de vista feminista, ya que para la narradora que vive en una casa con su
marido y los niños escribe de alguna manera como vía de escape, además su
marido es bastante entrometido en la novela que ella está escribiendo. Él al
leer lo que ella escribe cuestiona su vida de soltera y su manera de vivir.
“Todo es ficción le digo a mi
marido, pero no me cree. ¿No estabas escribiendo una novela sobre Owen? Si, le
digo, es un libro sobre el fantasma de Gilberto Owen”. Pág. 63
“Los ingrávidos” es una novela de
ficción, En sus fragmentos da saltos en el tiempo y los espacios. El espacio –
temporal es la piedra angular de la ficción. Podría también tener una lectura política. Se
ve una crítica por parte de la escritora
hacia el intento de europeizar
América latina. También hace una crítica a la forma de ser de los gringos, en
la novela los trata de hipócritas. Para ser su primera novela pareciera que
hace mucho tiempo viene escribiendo ficción. La novela es segmentada pero
lineal en el tiempo. Las descripciones largas de recorridos y viajes no dominan
en la novela.
La novela en el siglo XXI. La
literatura aparece como experimento de la verdad. La novela aparece como
iluminadora de espacios, tiempos y lugares oscuros. La crítica literaria ha
dichos que en “Los ingrávidos” Valeria Luiselli no profundiza, también se ha
dicho que esta novela ha sido poco trabajada por los críticos literarios.
A modo de conclusión, considero
que Valeria Luiselli logra de manera idónea transmitir en su novela la
desaparición de sus narradores, ha tenido cierta locuacidad al lograr poco a
poco, en medida que avanza la novela, terminarla con voces que ya están
desintegradas, finalmente y esto puede parecer un spoiler, la escritora logra
de manera cabal escribir sobre fantasmas y obsesiones hacia Gilberto Owen y
hacia su propia vida entre su presente y pasado. La verdad es que la idea de
escribir sobre narradores que van desapareciendo me parece un logro literario
colosal, ya que imagino es nada
fácil lograr una obra tan clara y
compleja al mismo tiempo. De seguro Valeria Luiselli dará mucho que hablar, por
mi parte buscaré sus otros libros para conocerla más.
Valeria Luiselli Nació en la Ciudad de México en
1983. Ensayista y narradora. Licenciada en Filosofía por la UNAM y doctora en
Literatura Comparativa por la Universidad de Columbia. Ha colaborado en El
País, Letras Libres, Reforma y The New York Times, entre otros.
En el año 2011 publica el ensayo Papeles falsos, publicado
por Sexto piso, luego publicó Los ingrávidos. En el año 2013 aparece La
historia de mis dientes. En el año 2018,
su ensayo Los niños perdidos obtuvo el American Book Award, fue la primera
mexicana en conseguirlo. Sus libros se han traducido a una veintena de idiomas.
Hija de Diplomático, sus primeros años de vida transcurrieron
en Estados Unidos, Costa rica, Corea del Sur, Sudáfrica y la India.
Bibliografía
Cárcamo, Camilo 2019 Representando lo
inerranable: el fantasma como recurso en la obra de Mariana Enriquez y Álvaro
Bisama. Santiago de Chile. Grado de Licenciado en Lengua y Literatura Hispánica
con mención en Literatura, Universidad de Chile.
Cardoso, Regina 2014 Fantasmas y
sosias en “Los ingrávidos” de Valeri Luiselli. University of noth Carolina at
Chapel Hills for its Department of Romances Studies, USA.
Enriquez, Mariana 2013 Cuando
hablábamos con los muertos 1ª ed. Santiago, Chile, Montacerdos.
Luiselli, Valeria Los ingrávidos 2013
Valeria Luiselli 3ª ed. Ciudad de México, Sexto piso.
Luiselli, Valeria 2009 Gilberto
Owen, narrador. Valeria Luiselli. Letras libres. Consulta 30.11.2022 https://letraslibres.com/revista-mexico/gilberto-owen-narrador/
Pape, María 2015 El pasaje como modus operandi:
perspectivas simultáneas y recíprocamente excluyentes en Los ingrávidos de
Valeria Luiselli. Revista Chilena de Literatura, Número 90 171 – 195.
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