18.6.15

Lo feo

"Estos políticos de pie en las tablas o en la alfombra que no toman contacto con nuestra realidad, con nuestra enfermedad y nuestra pobreza, desfilan, echan a desfilar a la gente por las piedras y el barro, por el sol y la lluvia y hablan, hablan, hablan, juran, suplican, claman, sollozan diccionarios, enciclopedias, semánticas, lingüísticas, memorias, simposios, estadísticas, manuales de historia, de educación cívica, digestos de economía y crematística, leyes, decretos, reglamentos, coimas, negociados, pero ahí está el sillón ilustre lleno de polvo y cadenas herrumbrosas, sin uso, hace cien años que nadie lo usa y se odian por él, se humillan, se venden y se compran, matan a la gente en la plaza, en la pampa, bajo el agua, niegan a su madre y a su padre y a sus hijos”.p. 22 Del libro “El hombre que había olvidado” Carlos Droguett


Droguett es de esos escritores antiguos que escriben desde el músculo. Hace unos días eso comentaba con un amigo que es tan lector como yo y ambos coincidíamos que Carlos Droguett escribía con el músculo, desde el sudor, la necesidad, así como Manuel Rojas, Augusto Dhalmar, y quizás otros escritores de menor reconocimiento.

Estos escritores describen ese Chile sucio, a pulso, que se arma y construye de a poco, donde hay un peladero, una chacra, un sitio eriazo, pero a su vez tienen la gran cualidad de escribir desde una mirada marginal de cierta forma, más real leo yo, siento que escriben la realidad de estas tierras, de hecho me parecen textos incomparables porque muestran la sobrevivencia humana de una manera tan descriptiva que sin duda imagino todo lo que escriben y me inserto en sus reflexiones, divagaciones en torno a sus obras.
Los personajes descritos por Droguett son historias desprovistas de toda fortuna, de apellido, de viajes, de buena vida. Sus personajes están en la cárcel, es gente que no tiene que comer, que día a día arrastra miserias. Yo creo que por eso leo a Droguett, porque sé que me va a mostrar ese Chile que se sigue tapando, me va a hacer pensar en los peladeros entre una comuna y otra, entre la arquitectura y las formas del espacio público y de las casas pegadas unas a otras, me hace repensar Santiago y sus espacios inconexos.

Recuerdo una tarde en que fui con mi viejo a comprar un mueble al barrio Franklin,  de vuelta pagamos un flete. En el camino yo miraba las calles, me parecían espacios carentes de belleza, veía la soledad, las casas sin pintar, casi olvidadas, los árboles despojados de las hojas, sin el cuidado de las personas, sin regarlos con agua, y pensé en cuanta gente ha pasado por ahí, cuanta gente ha vivido ahí y que han hecho, o qué hicieron con sus vidas, o qué cosas les interesaba. Imaginé a generaciones de hombres y mujeres bebiendo, gastando las tardes sin mayor sentido, dejando lo días pasar, mezclando la pobreza y la mugre, eso pensaba yo, pensaba en que quizás a algunas personas simplemente no les interesaba arreglar sus casas o limpiar las calles, no son todas las personas, pero los pensaba o los veía en otra postura, casi de abandono, con días oscuros, con cajas de vino en el suelo, con las uñas negras, todos y todas olvidados. Y es como si lo que hiciera el municipio o alguien, una ONG por ejemplo, no fuese nunca suficiente porque son realidades que no se mezclan. Y eso lo logran muy bien, en el sentido literario Manuel Rojas, Carlos Droguett, Augusto D´halmar, entre otros escritores, muestran ese Chile a la fuerza, esa fealdad que está ahí y el tiempo no la borra, se queda por siempre siendo el reflejo de nuestra chilenidad.

Hace unos días vi a un hombre buscando comida en la basura, era joven, flaco, muy flaco y se vestía con un buzo gastado, un poleron y un gorro viejo. Al rato sentía a un joven que gritaba, era como si estuviese tomando cerveza o vino y quería gritar, gritaba como si estuviese liberando algo, eso me hizo recordar este texto que tenía entre mis archivos, creo que en invierno es cuando más se nota lo feo, no tan solo lo feo que se puede ver, si no también lo feo del espíritu que a ratos muestra Santiago.



16.6.15

Aquí y ahora.Cartas 2008 - 2011 Paul Auster y J.M. Coetzee

¿No es la lectura el arte de ver las cosas por uno mismo, de invocar imágenes en la propia mente? ¿Y lo bonito de leer no es acaso el silencio que te rodea cuando te sumerges en la historia, el eco de la voz del autor resonando en tu interior hasta excluir todos los demás sonidos? p. 88

Estas cartas han sido escritas con un lenguaje amistoso, cuentan sobre el cotidiano de ambos artistas (Auster y Coetzee). Reúne correos electrónicos, comentarios de malestares de salud, visión del deporte, conversaciones sobre economía, política, entre otras temáticas diarias.
Se vuelve interesante, según mi opinión, cuando hablan sobre la crisis económica a nivel mundial, tema del cual conversan en profundidad. Por otra parte, hablan de idiomas, del latín, el francés, el inglés y de cómo influye la lengua materna en una persona que quiera desarrollar su vida intelectual. El inglés se impone como idioma frente a la literatura y la ciencia.
Comentan sus libros y sobre la crítica literaria la que en algunos casos ha sido destructiva sobre sus obras. Hubo un crítico que escribió un pésimo comentario sobre el libro “El palacio de la luna”, de Auster. No sé cómo alguien puede haber visto algo negativo en ese libro, yo lo leí hace tiempo y lo encontré excelentemente entretenido, el mundo de ese libro es grande y obviamente está bien escrito. Auster sabe lo que hace.
Comparten opiniones sobre las diferencias políticas entre Israel y Palestina, dando opiniones bastante lúcidas sobre lo que ocurre en Israel. Diciendo como conclusión que el peor problema de Israel son los mismos israelitas. Ellos en sus percepciones, se alejan de las opiniones repetitivas sobre el tema, como hacer la similitud frente al Conflicto Israelí con el Apartheid, ambos mencionan que son problemas diferentes, con aristas distintas. Son interesantes sus reflexiones.

Si dejamos a nuestros seres amados difuntos dentro de agujeros en el suelo o bien los consignamos a las llamas, ¿por qué iba a ser un sacrilegio deshacerse de los libros muertos? p. 190-191.

Transcribo este fragmento porque soy bibliotecaria y considero que la biblioteca clásica debe convivir con la biblioteca virtual y puede ser muy romántica mi opinión, pero adoro hojear los libros, por supuesto que diariamente leo artículos en línea, pero la posibilidad de tener un libro, hojearlo y llevarlo conmigo es una maravilla, tengo un kindle y aún no logro conectarme con él, (aunque tengo más de cincuenta libros en él),  sin duda que sirve sobre todo para viajar o leer en los traslados. Todavía estoy pensando en si entro o no en este mundo, lo más probable es que lo haga.

Pasando a otro punto, ambos escritores hablan de literatura, comentan sobre el sentido espacial del escritor. Se liga esto de alguna manera al misterio de cuando leemos y observamos o creamos imágenes absolutamente diferentes de otro lector. Puede un párrafo entregarnos el ambiente físico de una obra o de una situación en forma concreta, ejemplo: Había una casa roja en medio de un sitio eriazo…., sin embargo cada mente interpreta y crea una realidad diversa. Mencionan algo muy interesante. Hablan sobre la mente y la constante de pensar en algo o crear algo, ¿acaso la mente detesta el vacío? Al parecer si, porque a través de la lectura siempre generamos imágenes, hacemos conexiones, damos juicio de valor, entre otras infinitas observaciones.

Me demoré en leer este libro más menos un mes. No sé si es mucho tiempo o poco, creo que da lo mismo, lo que si se es que lo recomiendo.
Pronto comentaré un nuevo libro. Saludos!!